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Friedrich y la soledad

Publicado: 2009-08-15

El 25 de agosto  recordaremos los 109 años de la muerte de un genio, que por destino del devenir vivió entre nosotros para no partir nunca. El padre del Nihilismo ha sido, hoy más que nunca, un visionario de nuestras realidades. Aquí un acercamiento y un tributo a esa grandeza impresa en la vida triste de un hombre.

A Nietzsche alguien le dijo que no se vaya. Y él calló, con su silencio guardado bajo ese solemne bigote. No lo entendió nadie, sólo Dios a quién él no quiso matar. Porque Friedrich no mató a Dios… Lo encontró muerto muy cerca de sí. A Dios lo mató el hombre y Nietzsche fui inculpado. Pero la justicia tarda y también llega. El tiempo ha permitido recordarlo, sentirlo en ese nihilismo viviente que arrastran las muchedumbres y las soledades contemporáneas, y al que nadie puede renunciar. Porque la nada, hoy en día, sí es; existe más allá de esa negación del ser. Porque somos nada ante la muerte de todo sentido verdadero, Friedrich es un creyente profundo.

En El hombre rebelde, Albert Camus escribió: “Nietzsche no formó el proyecto de matar a Dios, sino que lo encontró muerto en el alma de su tiempo”. ¿Puede entonces negarse la vigencia del nihilismo cuándo la muerte de sentidos profundos es más vigente que nunca? Como lo entiende Martín Hopenhayn, Nietzsche es más vigente hoy porque la muerte de Dios arrastra otras muertes, atávicas y modernas, que se involucran como síntomas de nuestra postmodernidad: muerte de un sujeto que se autodefine como creatura de un creador que lo cobija; muerte del principio que garantiza la certidumbre y la posibilidad interna del hombre (conciencia o razón); muerte de la confianza en la marcha de la historia y, con ello, de la promesa de una redención universal; muerte de las cosmovisiones y del centro que articule nuestras ideas; muerte de la “ilusión de un yo sustancial” y el nacimiento de un “Super Yo” carente de todo sentido profundo.

El fin de las ideologías y las utopías, del permiso para soñar con lo trascendente, es la consecuencia del vacío de sentido que padece el hombre de hoy. ¿Puede ser el hombre en la medida que su existencia depende de lo que el mundo le permita ser? La muerte más trágica no es sino la imposibilidad de enfrentarnos a nosotros mismos, a nuestra soledad, el trono de las verdades verdaderas que se va quedando vacío. En palabras del mismo romántico, combinación fatal que obedece al hecho de que matamos nuestros mitos para liberarnos, pero inmortalizamos trágicamente el cadáver en el proceso mismo del asesinato.

Qué es entonces más trágico que el sentimiento de vergüenza de sí mismo al estar frente de sí, como una auto decepción por largo tiempo. Peor que ello es el desgaste, el cansancio por la búsqueda de todo sentido, de un fundamento que se diluye. Por eso el hombre huye de sí, de la soledad, de la posibilidad de encontrarse a sí mismo y negarse, para autoafirmarse y soñar con cambiar las cosas. Por eso Nietzsche vive, como Dios, en el silencio profundo que no quieres oír, en la ruptura del espíritu que no quiere volar y tomarle placer al vuelo, en la muerte de todo supravalor, porque el valor es uno solo. Ahora Nietzsche está solo en su casa en Weimar, donde murió su madre, recordando esa mañana de Turín en la que hablaba y abraza a un caballo. Está sentado esperando la venida de lo que tiene que venir, afirmando la existencia de Aquel a quien encontró muerto cerca de sí.

Aqui la primera parte de su biografía. Pueden seguir el rastro en la barra derecha de YouTube

httpv://www.youtube.com/watch?v=ek8R6soocPE

Frank.


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La Quijada

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